Ha escrito: EL COLOMBIANO / SAMUEL ARANGO M. Cuando uno escribe sobre las tristezas del país no falta quien lo acuse de apátrida, destructor, mala prensa, negativo… Pero las cosas hay que decirlas aprovechando precisamente que una de las bellezas de Colombia es que se pueden decir. Aún no hay censura ni dictador. Pero además, son muchísimas más las razones para vivir aquí y para adorar a este país. Empecemos porque aquí nacimos. Ese solo hecho ya nos plantea un deber y una tarea. Acá está nuestra gente, los abuelos, los padres, las esposas, los hijos, los nietos, los amigos, los compañeros, la ciudad, el barrio, la cuadra nuestra. Acá nacimos, crecimos, nos desarrollamos, nos educamos, convivimos. Estas son razones suficientes para amar a Colombia. Pero hay que destacar, sin duda que la personalidad, el modo de ser de los colombianos es exageradamente bello e irrepetible. Alegres, serviciales, conversadores, imaginativos, emprendedores, fiesteros, amigueros, abiertos. Ese modo de ser o idiosincrasia es patrimonio de los colombianos. Sentimos que acá encontramos maravillas en educación, en cultura, en deportes, en empresas. Son millones los ejemplos de tesón, constancia, dedicación, altruismo, profundidad de vida. Lo malo que existe y que no podemos negar, no elimina lo bueno que es muchísimo más. Debemos ser realistas y lo negativo es un reto para superarlo. Por eso hay que verbalizarlo y es tarea de los columnistas hacerlo. Y eso que no hablamos de las riquezas naturales que nos embriagan. Los bosques, las aguas, las aves, los animales, la flora, los páramos, los valles, las montañas. Somos los primeros en muchísimas cosas y lo seremos en otras más. En muchas regiones de Colombia uno pregunta por una dirección y lo invitan a almorzar. Hace poco caminaba por Suroeste, en medio de cafetales y laderas y paramos en una humilde casa a pedir un vaso de agua. La señora nos hizo sentar, nos dio el agua y nos ofreció tinto. Aceptamos agradecidos. Un tinto hecho con aguapanela que debe ser igual al que les dan a las almas cuando llegan al cielo. Nos ofreció arepa de chócolo que acababa de hacer. Con pena pero alentados por su simpatía le dijimos que sí. Se dejó venir con una arepa del tamaño de un plato de sopa y gruesa como las voluminosas de Botero, no quedó ni una migaja. Nos despedimos con un abrazo y comentamos: esa es Colombia, la sencilla, la querendona, la generosa, la simpática, la grandiosa. Colombia se ama por lo que tiene, con eso bastaría, pero por sobre todo se ama por lo que es. Autor: SAMUEL ARANGO M. en la red Colombia en Alemania